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19 de abril de 2007

DESDE EL OTRO LADO DEL MAR

¿Cómo podría plasmar aquí la cantidad de sensaciones que suscita en mí este país encantador?
No me encuentro con ánimo para escribir más que unas pocas líneas, porque esa ola emocional me sobrepasa. Vengo de una ciudad pequeña que no alcanza los cien mil habitantes y aterrizo en otra que tiene más de 14 millones... Todo me parece masivo y curioso. Aun siendo mi segunda vez en Buenos Aires en el lapso de año y medio y teniendo un conocimiento bastante preciso de lo que me esperaba, esta nueva visita me producía incluso más excitación que la primera. Pese a los mosquitos, la alta humedad, las tormentas y algún percance que otro, las expectativas no se han visto defraudadas.


Casi igual de complicado que describir mis sensaciones en Argentina me resulta elegir las fotos para subir al blog, tanto por la temática como por la cantidad. Si ya en mi entorno habitual saco cientos de ellas, la novedad de lo que me rodea me tiene casi a diario disparando durante horas en mis paseos por esta urbe colosal. No puedo evitarlo. Y el producto es un cúmulo enorme de imágenes que seguramente no servirán para nada más que mi satisfacción personal y el recuerdo de la estancia a este lado del océano.
Aunque no he podido resistirme a incluir alguna de las, digamos, puramente turísticas, procuro alejarme de lo que considero más común en estos casos. Creo que en general las que muestro hoy son, como dicen por estas tierras, bizarras en mayor o menor medida. Intento que compartan la base de lo insólito y la singularidad de unas escenas que, a mi modo de ver europeo, probablemente no podrían darse en ninguna otra parte.


Mi familia argentina se porta conmigo maravillosamente y no tengo para ellos más que palabras de agradecimiento por su aprecio. A todos ellos dedico las fotos y ojalá tengan algún significado también para quienes visiten estas páginas.





Como ciertamente fue extraordinario y gracioso para todos los que nos vimos implicados, no puedo dejar de reseñar unos encuentros fortuitos que tuve aquí con personas que conozco de mi ciudad, Santiago de Compostela.
Aunque se produjeron junto al Obelisco de la Avenida 9 de Julio, uno de los lugares más visitados por los forasteros, es de veras impactante encontrarse con alguien conocido de tu tierra tan lejos de ella (y más si se piensa que yo decidí ir allí ese día concreto después de llevar ya un par de semanas en Buenos Aires y que unos segundos antes o después nuestros caminos no hubiesen coincidido). Pero si ya es insólito encontrarte a un hombre a quien sólo conoces por la foto del periódico de tu pequeña localidad gallega, reconocerlo entre todos los que caminan a tu alrededor en esta macrociudad, dirigirse a él para preguntarle si es quien uno cree, que sí resulte serlo y además vaya acompañado por un grupito que incluye a alguien a quien conociste hace veinte años... lo realmente pasmoso es que un cuarto de hora más tarde te encuentres también con otra persona de tu pueblo mucho más allegada.
Podría seguir contando algún hecho posterior que roza la inverosimilitud, pero por ahora mejor que os muestre a los protagonistas de esta anécdota. También pongo la foto en su taller de Antonio, un gallego de Lugo que emigró a Buenos Aires en 1952 y que fue todo amabilidad conmigo.

Con ellos os dejo hasta la próxima, que no sé cuándo será.


Patricia, J.L. Losa y sus amigos

María

Noelia y María

Antonio


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola curruchiño
me ha encantado tener noticias, y ver tus fotos
TE adoro.Besos,

Anónimo dijo...

Manolo eres un tesoro y tienes un ojo para las instantaneas que cada dia me sorprende más. Me encantan los angeles y la tormenta de Buenos Aires. Gracias por mostrarnos las cosas buenas de la vida. Muchos besos de Rosiña

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