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30 de noviembre de 2009

NUEVA COMPAÑÍA


En octubre de 2006 presenté
aquí la cámara que ha plasmado casi todas mis fotos desde entonces, la Canon EOS 400D. Mi negrita, como
solemos llamarla cariñosamente los poseedores de este modelo, me ha dado muchas satisfacciones y ha soportado admirablemente situaciones comprometidas, incluyendo golpes y alguna que otra caída. Y, como se ha podido ver en estas páginas, consigue unas fotos excelentes, aparte de que el fotógrafo cumpla más o menos bien con su labor, claro.

Tres años y muchos miles de disparos después, ya se me iba quedando un poco "pequeña". Así que llegó el momento de dar el paso a un nivel superior y por eso me he comprado una EOS 7D. Es un modelo recién salido al mercado, con 18 megapíxeles, ocho disparos por segundo, vídeo de alta definición y muchas características de una profesional.
La elección se basa en dos razones principales: la primera es la compatibilidad con las estupendas lentes de Canon que he ido añadiendo a mi arsenal en este tiempo. La segunda, las prestaciones de alto nivel, aun con un precio muy bueno para todo lo que ofrece (a mí me costó 1.458€, aparte de la empuñadura, pero ya la he visto más barata desde entonces).
Qué decir de su rendimiento... Por dejarlo claro, mi negrita no tiene nada que hacer a su lado. Seguro que seguiré usándola para algunas cosas, pero será desplazada por la 7D, igual que ella desplazó a mi antigua Sony DSC-H1. Y tiene pinta de poder durar mucho más aún.

El tiempo ha sido tan malo este mes que no permite salir a disfrutar con la máquina. No es que le vaya a pasar nada por mojarse: tiene cuerpo de magnesio sellado y protegido contra el clima, pero sí que me mojo yo y, además, los días luminosos son los más adecuados para las fotos del entorno. Así que me he dedicado bastante a las de estudio, con luz artificial y esas cosas, que también tienen su atractivo.
Una de las funciones que más me gustan de la cámara es su capacidad para controlar flashes externos a distancia, con lo cual se puede disparar desde un punto y hacer que el flash se encienda en otro alejado sin cables de por medio. Ése fue uno de los procedimientos que usé en la sesión que tuve con mi amiga Helena para el cartel de su espectáculo infantil de cuentacuentos. Hoy pongo estas fotos porque, además de ser distintas a las habituales aquí, muestran perfectamente las capacidades de mi nueva herramienta.
Por supuesto, en este caso aparecen sin retoques, sólo algunas recortadas para reencuadrar y todas reducidas de tamaño para subirlas aquí. O sea, que están prácticamente tal como salieron los JPGs de la cámara, para que se vea cómo lo hace por sí misma, aunque yo casi siempre trabajo en formato RAW para convertir después los archivos con mis propios ajustes. También fueron tomadas en modo manual, por lo que algunas salieron algo sobreexpuestas o subexpuestas debido a las variaciones de luz y a que es muy difícil lograr una exposición correcta trabajando con motivos blancos sobre fondo negro. La última es el cartel: sencillo, directo y llamativo a mi entender.

Helena es espectacular. En todo el sentido literal de la palabra, por su espectáculo. Ahí va el enlace al sitio web de su compañía, TarabulequeTeatro.
























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