Este otoño ha sido demasiado seco. Para los que vivimos en un clima habitualmente marcado por las precipitaciones continuadas y abundantes esta situación es insólita, pues han pasado varios meses con escasísimos días de lluvia y hasta la echamos de menos. Los campos y los animales la necesitan y aquí la mayoría de la gente vive de eso, o sea que aunque haga un tiempo espléndido para estar al aire libre, la cosa no es precisamente como para felicitarse. Parece que el cambio climático se deja notar y avanza imparable.
Claro que, desde el punto de vista fotográfico, los colores característicos de la estación encendidos por este sol tan persistente y atípico son un sueño para cualquiera. Así que, dejando a un lado las consideraciones medioambientales, es mejor sacar provecho y aquí muestro hoy, entre algunas otras fotos, las de una vertiente de mi trabajo que compulsivamente me lleva a sentirme fascinado por los helechos. Incluso dentro de ese tema me he especializado en una manera de procesar sus imágenes digitalmente para lograr texturas metálicas y pizarrosas que pronto serán objeto aquí de un post dedicado. Los resultados los considero espectaculares, pero no tienen nada en común con los de hoy porque las fotos de abajo van casi como salieron de la cámara, con ajustes mínimos. Espero que coincidas conmigo en que tampoco están nada mal...
Para finalizar, aquí va una muestra de cómo en esta época no sólo el campo se transforma en una explosión de colores cálidos. Increíblemente, mi ya de por sí hermosa ciudad puede deslumbrar aún más bajo el sol de otoño.
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