He comenzado a experimentar con un tipo de procesamiento de imágenes que está tomando mucho auge en el mundillo fotográfico, sobre todo en Internet (ejemplo en flickr). Se trata de añadir texturas a las fotos para darles un aspecto especial que las convierte muchas veces en algo más parecido a un cuadro. Obviamente, la técnica no es para todos los gustos y los puristas reniegan de ella con desdén. Además, conozco a fotógrafos que detestan que les digan que sus obras semejan pinturas. Por mi parte, sin embargo, creo que es un motivo más para desarrollar las múltiples posibilidades de creatividad que el sistema digital ha introducido en la fotografía de nuestro tiempo.
En la Red pueden encontrase infinidad de autores con ejemplos extraordinarios que emplean esta técnica, pero mi favorito es Istvan Kadar. No dejes de visitar el enlace porque tiene maravillas y me cuesta creer que hasta los fotógrafos más exigentes no encuentren razones para admirar alguna de sus impactantes obras.
El proceso consiste en tomar una imagen como base y mezclarla (mediante Photoshop o cualquier programa que admita edición por capas) con otras que contengan formas de toda clase imaginable, aunque normalmente de superficies o patrones aleatorios como piedra, metal, papel, tela, ramaje, tierra, grietas, rayaduras, etc. etc. Las posibilidades son infinitas y tanto es así que ahora más que nunca se me da por hacer varias versiones de una misma foto, porque el resultado final varía de tal manera que pueden parecer muy diferentes entre ellas. Otro día también sacaré aquí una variante del tema que trata de darles un aspecto envejecido y antiguo.
La cosa no es sólo poner las fotos unas encima de otras y ya está. De hecho, encontrar las texturas adecuadas para cada imagen, probar diferentes modos de fusión, superponer máscaras para afectar sólo las partes deseadas, crear capas nuevas a partir de otras y un sinfín de operaciones más suelen convertirse en tarea larga y laboriosa. Pero a mí me ha dado la satisfacción de crear obras con las que ni soñaba hace muy poco.
Por supuesto, hay que verlas a tamaño ampliado para apreciar los detalles, ya que en ellos se basa casi todo el encanto. No tienen por qué gustar a todos, pero supongo que muchos pueden encontrarles algo de atractivo.
En la Red pueden encontrase infinidad de autores con ejemplos extraordinarios que emplean esta técnica, pero mi favorito es Istvan Kadar. No dejes de visitar el enlace porque tiene maravillas y me cuesta creer que hasta los fotógrafos más exigentes no encuentren razones para admirar alguna de sus impactantes obras.
El proceso consiste en tomar una imagen como base y mezclarla (mediante Photoshop o cualquier programa que admita edición por capas) con otras que contengan formas de toda clase imaginable, aunque normalmente de superficies o patrones aleatorios como piedra, metal, papel, tela, ramaje, tierra, grietas, rayaduras, etc. etc. Las posibilidades son infinitas y tanto es así que ahora más que nunca se me da por hacer varias versiones de una misma foto, porque el resultado final varía de tal manera que pueden parecer muy diferentes entre ellas. Otro día también sacaré aquí una variante del tema que trata de darles un aspecto envejecido y antiguo.
La cosa no es sólo poner las fotos unas encima de otras y ya está. De hecho, encontrar las texturas adecuadas para cada imagen, probar diferentes modos de fusión, superponer máscaras para afectar sólo las partes deseadas, crear capas nuevas a partir de otras y un sinfín de operaciones más suelen convertirse en tarea larga y laboriosa. Pero a mí me ha dado la satisfacción de crear obras con las que ni soñaba hace muy poco.
Por supuesto, hay que verlas a tamaño ampliado para apreciar los detalles, ya que en ellos se basa casi todo el encanto. No tienen por qué gustar a todos, pero supongo que muchos pueden encontrarles algo de atractivo.
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