Ya casi termina el mes y no había vuelto a escribir en una semana. Tengo varios temas en mente para abordar, pero hoy van unas fotos sin más pretensiones que daros una idea de hasta qué punto los incendios que mencionaba en otro post afectaron nuestra vida cotidiana en aquellos días de mediados de agosto.
No os voy a hablar de los muertos o los destrozos, ni mostraré las llamas o la tierra calcinada. Sólo veréis un fuego apagado: el del sol tras el telón del humo que lo inundaba todo. Su luz disminuyó tanto que parecía el crepúsculo y hasta se le podía mirar directamente sin tener que apartar la vista.
Jugué un poco con los ajustes de cámara y conseguí fotos como ésas. Las del principio tienen la iluminación, digamos, real del momento; las otras varían en abertura y velocidad para conseguir distinto efecto. Creo que quedaron bien.
¡Pero a qué precio!
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